18 de febrero de 2010

Una breve historia sobre la gravedad

Juanete estaba ya cansado de preguntar. Juanete, así le decían sus amigos a Juanito, quien en realidad se llamaba Juan Carlos, era uno de esos muchachos que habían logrado sobrevivir la primaria y parte de la secundaria sin perder la imaginación y sobre todo la curiosidad. – No’ombre, ese chamaco es re-listo – ininteligiblemente decía el viejo Momo, ebrio. La verdad es que Juanete tenía una triste necesidad de entender las cosas que lo llevaba en las más de las ocasiones a la desesperación y frustración. Le molestaba de sobremanera que al preguntar y cuestionar sobre sus inquietudes causara en las personas invariablemente sólo dos posibles reacciones: la indiferencia rotunda acompañada con una dosis de desprecio o, aún peor, una serie de respuestas a medias e indiscutibles dadas con autoridad y sinsabor.

Fue así cuando un día en que se hallaba cortando limones se encontró cuestionándose en voz alta ¿por qué los objetos en el espacio flotan?. Resulta que unos días antes había tenido la oportunidad de ver en la televisión un reportaje sobre los astronautas que se encuentran en órbita alrededor de la Tierra. En el reportaje se veía como uno de los tripulantes en la nave espacial flotaba en el espacio y cómo, para hacer reír un poco a los televidentes, pelaba un plátano para luego soltarlo y verlo flotar junto a él antes de devorarlo. A Juanete no le gustó mucho el reportaje, sin embargo, debido a su patológica curiosidad, se le quedó grabado este episodio. Juanete seguía pensando en este curioso fenómeno aún después de haberle preguntado a sus maestros en la escuela y de haberlo discutido con algunas personas. Todos los que no ignoraron su pregunta, y que además habían coincidido en la respuesta, le decían: Juanito, lo que pasa es que en el espacio no hay gravedad, y como ya te han enseñado en la escuela, lo que hace que las cosas caigan, o sea que no floten, es precisamente la fuerza de gravedad.
Juanete definitivamente tenía algo extraño en la cabeza. La respuesta que recibió parecía bastante lógica y suficientemente académica como para que todos sus compañeros estuvieran inmediatamente satisfechos (bueno, en realidad todos es una exageración ya que la mayoría ni siquiera se interesaron es escuchar la pregunta) sin embargo él no se convenció. La respuesta tenía algo que no le cuadraba. En efecto, él sabía que los objetos caen a la Tierra por la fuerza de atracción que existe entre los objetos masivos y que llamamos gravedad. Pero se preguntaba Juanete, si la nave y los astronautas (y los plátanos) son masivos y están dándole vueltas a la Tierra (masiva) entonces no es posible que no exista fuerza de gravedad entre ellos, ¿O si? Y si en efecto la gravedad estaba presente, entonces ¿por qué flotaban?

Esto se cuestionaba mientras, como dijimos antes, cortaba unos limones. No se si por cuestiones del destino o simplemente por una mala jugada del azar, mientras Juanete pensaba en voz alta pasó por ahí alguien que desconocemos y no queremos conocer pero que llamaremos Arturo. Arturo alcanzó a escuchar los pensamientos del chamaco y decidió platicar con él. No se acercó de inmediato y se puso a observarlo por unos minutos mientras aquel llenaba una bolsa de plástico con los limones. Justo en el momento en que la bolsa se había llenado, Arturo le dijo – ¿No has oído hablar de la gravedad?, ¿a tu edad? – Juanete lo miró de reojo y su primera impresión fue desagradable (quizás por la pregunta, se sintió cucado) – No, no te molestes, lo que pasa es que escuché lo que estabas pensando sobre los cuerpos en el espacio, y como eso tiene que ver con la gravedad – Juanete se imaginó inmediatamente el rollo por venir, así que se adelantó – Si, ya se lo que vas a decir, que no hay gravedad en el espacio y que por eso flotan, pero yo no estoy convencido –Arturo entonces dejó salir una ligera sonrisa y altaneramente (como era su costumbre) dijo – Yo si estoy convencido de que no es por eso– En ese instante la conversación se tornó inmensamente interesante para Juanete. Recordemos que había estado pensando en esto varios días y que su patológica necesidad de entender lo tenía desesperado. Juanete, entusiasmado preguntó -¿Verdad que si hay gravedad? ¿Verdad que esa no es la razón? – Efectivamente, – respondió Arturo –aunque la respuesta si involucra a la gravedad. Has oído hablar de Galileo Galilei, estoy seguro – afirmó Arturo. –Claro – respondió Juanete con ganas de escuchar más. –Entonces sabrás que él descubrió que si dejas caer de la misma distancia a objetos de diferente masa, éstos caen a la Tierra al mismo tiempo. -Sí, lo sé. He hecho el experimento en la escuela y también sé que en realidad caen al mismo tiempo cuando no hay fricción involucrada. Es un resultado muy bonito.- Arturo entonces clavó sus ojos en Juanete, pero sin verlo, por unos segundos antes de continuar. Parecía que estaba preparando cuidadosamente la explicación que vendría. Así de repente le dijo –quiero que te imagines en la cima de una montaña. Ahora levantas una piedra y la lanzas horizontalmente, ¿Qué pasa?-. Juanete respondió inmediatamente – bueno, llega a una cierta distancia horizontal y cae porque es atraída por la Tierra.- Arturo asintió. –Ahora en lugar de lanzarla con tu brazo, imagínate que la lanzas con una resortera, ¿ahora qué pasa?- La respuesta era obvia –lo mismo, sólo que esta vez cae a una distancia más grande.- Siguió la explicación –Perfecto, ahora imaginemos que en lugar de lanzar piedras lo que hacemos es disparar una bala con una pistola, obviamente sucederá lo mismo, la bala caerá y lo hará a una distancia aún mayor. – Los ojos de Juanete en este momento empezaban a cambiar de apariencia, como que presentía hacia donde iba el argumento. –Ahora imaginemos un cañón muy poderoso –seguía emocionado Arturo – entonces lo disparamos y sucederá lo mismo-, -Sólo que más lejos –le interrumpió Juanete. –Bien –Continuó Arturo – si seguimos lanzando objetos con cada vez mayor velocidad, entonces caerán más y más lejos. Ahora recordemos que la Tierra es esférica y por lo tanto, existe una cierta velocidad a la que nuestro objeto lanzado avance tanta distancia que al ir cayendo, lo hace al mismo ritmo con que la Tierra va curvando en su esfericidad y así entonces nunca llegará a colisionar el suelo.- En este punto Juanete se quedó pensativo por un instante y luego como si le hubiesen dado un susto saltó de su lugar y gritó –¡claro, eso es lo que pasa!, la nave va demasiado veloz y va cayendo todo el tiempo y como todos los objetos caen al mismo tiempo, entonces parece que van flotando. – Era tanta la emoción de Juanete que salió disparado de ahí sin siquiera agradecer o preguntar el nombre a Arturo. Lástima, porque de haberlo hecho no hubiera sido atropellado por el camión que decidió pasar por la calle justo en el mismo lugar y en el mismo instante en que Juanete volaba de felicidad. Sin duda a Juanete le hubiese mucho inquietado y motivado el entender la idea de simultaneidad.

No hay comentarios:

Publicar un comentario