9 de diciembre de 2009

El Edén

- Están aquí para que las comamos. O son buenas o son malas; o pretenden alimentarnos, o bien quieren envenenarnos. Si son venenosas y no las comemos, nos atacarán de otra forma. En cualquier caso, si no las comemos estamos perdidos.

- Me gusta tu razonamiento - dijo Ford -. Venga, come una.

Con aire vacilante, Arthur cogió una de las frutas que parecían peras.

- Siempre recuerdo la historia del Jardín del Edén - dijo Ford.

- ¿Eh?

- Lo del jardín del Edén. El árbol. La manzana. Esa historia, ¿te acuerdas?

- Sí, claro que sí.

- Ese Dios vuestro pone un manzano en medio de un jardín y dice: haced lo que queráis, chicos, pero de ningún modo comáis la manzana. Pero, sorpresa, se la comen y El salta de detrás de un arbusto diciendo: «¡Os pillé!» Si no se la hubieran comido, habría dado lo mismo.

- ¿Por qué?

- Porque si uno anda en tratos con alguien que tiene la mentalidad del que deja sombreros en la acera con ladrillos dentro, hay que tener la plena seguridad de que nunca abandonará su empeño. Al final terminará casándote.

- Pero ¿de qué hablas?

- No importa, cómete la fruta.