Había una vez un hombre que trabajaba como inventor de palabras. Era una de esas personas que en los tiempos mas antiguos se dedicaban a escribir nuevas palabras en unos libros a los que llamaban "diccionarios".
En su arrepentimiento, el hombre enterró la palabra en los cimientos de su casa para que nadie jamás la encontrara (un escritor nunca se atrevería a quemar una palabra) y después se suicido.
Se dice que muchos, pero muchos años después, la palabra fue encontrada entre las ruinas de la antigua casa y no se sabe con certeza con que objetivo. Una palabra como esa solo puede ser leída por personas puras de corazón o personas sin corazón alguno, de lo contrario quien la lee pierde el juicio o muere al instante.
Yo no la conozco, así que no me pregunten.
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