3 de enero de 2011

Había una vez un lindo urinario…



Marcel Duchamp nació el 28 de julio de 1887 en Blainville y en 1906, antes de cumplir los veinte años, ya está en pleno meollo del París artístico, donde moría el fauvismo e iniciaba el arte de vanguardia y la impresión. Al tiempo que empieza a pintar, publica caricaturas y dibujos humorísticos en la prensa, avanzando así una veta decisiva en toda su insólita obra posterior: el humor, la ironía y la parodia.

Después de realizar varias obras en la línea del decadente fauvismo, se dedicó a la experimentación y al arte de vanguardia e hizo su obra más famosa, Desnudo bajando una escalera (1912), en la que expresa el movimiento continuo a través de una cadena de figuras cubistas superpuestas.

En el campo de la escultura fue pionero en dos de las principales innovaciones del siglo XX: el arte cinético y el arte ready-made. Este último consistía simplemente en la combinación o disposición arbitraria de objetos de uso cotidiano, tales como un urinario o un porta-botellas, que podían convertirse en arte por deseo del artista. Su Rueda de bicicleta (1913), uno de los primeros ejemplos de arte cinético, estaba montada sobre una banqueta de cocina.



En 1917 Marcel Duchamp fue invitado por la galería Grand Central de Nueva York a formar parte del jurado de una exposición de artistas independientes. Sin informar a nadie, el propio Duchamp envió para exponer en esa exposición un urinario de porcelana blanca firmado con el seudónimo "R. Mutt" (firma aun notoria en el extremo izquierdo de la “escultura”). Cuando su Fuente fue rechazada para la exhibición, Duchamp renunció al jurado y el incidente causó un escándalo que sacudió al mundo del arte.

Con esta actitud provocadora Marcel Duchamp quiso mostrar su desilusión ante las formas tradicionales del arte, pintura y escultura, como medios de expresión, y su rechazo ante la idea de que el arte y el artista tienen una "naturaleza especial" distinta a la de los hombres y objetos ordinarios. Su gesto de enviar a la exposición un producto comercial fabricado en serie y firmado por un "artista" inexistente, se opone radicalmente a la sacralización de la obra de arte como "creación única e irrepetible", salida de las manos de un "genio". Este desafío "antiartístico" proponía romper con las barreras del arte y ampliar sus horizontes. En la defensa de su Fuente, Duchamp escribió:

“…Si el Sr. Mutt construyó o no con sus propias manos la Fuente no tiene ninguna importancia. Él la ELIGIÓ. Tomó un objeto de la vida diaria, lo reubicó de manera que se perdiera su sentido práctico, le dio un nuevo título y punto de vista y creó un nuevo significado para ese objeto…”

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