17 de febrero de 2011

Puta

Voy a contar una historia.

Había una vez un hombre que trabajaba como inventor de palabras. Era una de esas personas que en los tiempos mas antiguos se dedicaban a escribir nuevas palabras en unos libros a los que llamaban "diccionarios".

En una ocasión que el hombre llego temprano a su casa, descubrió que su esposa le era infiel. Fue tanta su cólera que escribió una nueva palabra en la que guardaría todo su odio hacia las mujeres. Y para completar la venganza volvió a su casa con la palabra en una hoja de papel para mostrársela a su esposa. Pero fue allí cuando cayó en cuenta de que todo había sido un malentendido.

En su arrepentimiento, el hombre enterró la palabra en los cimientos de su casa para que nadie jamás la encontrara (un escritor nunca se atrevería a quemar una palabra) y después se suicido.

Se dice que muchos, pero muchos años después, la palabra fue encontrada entre las ruinas de la antigua casa y no se sabe con certeza con que objetivo. Una palabra como esa solo puede ser leída por personas puras de corazón o personas sin corazón alguno, de lo contrario quien la lee pierde el juicio o muere al instante.

Yo no la conozco, así que no me pregunten.

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